Esta es la última filtración desde la junta de Laporta, argumentada por la urgencia de priorizar la construcción de los asientos VIP para que el auditor acepte la operación de los 100 millones
Las especulaciones sobre cuándo, de forma ya definitiva, el primer equipo azulgrana y su afición podrán regresar al Spotify parecen concretarse en el estreno de la Champions de la próxima temporada, a caballo entre septiembre y primeros de octubre. Esa circunstancia será clave por la exigencia de la UEFA, que obliga a que la primera fase de grupos, ahora ampliada y extendida prácticamente hasta febrero, se dispute en el mismo estadio por razones de logística y de infraestructura obvias.
Por tanto, habilitar el regreso para ese periodo concreto, como se apunta desde el club, ya incorpora la plena seguridad de que no será posible reabrir antes. O sea, para disputar el Gamper y las primeras jornadas de Liga que, de nuevo, el Barça se encargará de retrasar lo más posible, solicitando a LaLiga empezar el próximo curso con partidos fuera de casa hasta entonces.
Los canales de información internos sobre la marcha de las obras siguen pecando, con el foco siempre desviado y poco coherente de la prensa, de confundir los avances diarios con el hecho de que vayan adelantadas sobre la previsión inicial. Es evidente que las obras, en su conjunto, arrastran un retraso indiscutible, pues la fecha de vuelta prometida por Laporta, de forma insistente, era la del 29 de noviembre de 2024, coincidiendo con el arranque de los presuntos actos de celebración del 125º aniversario. Luego, la junta lo fijó para enero seguro, más tarde para febrero… y después para marzo, sucesivamente, para dar como un hecho invariable y certero el regreso antes del final de temporada, incluido el clásico de Liga de mayo ya no se disputaría en Montjuic.
Previsiones firmes y determinadas de Joan Laporta y de su junta que, ahora sí, ya llevan meses escondidos sin atreverse a abundar en ese embuste permanente al que les obliga el tejemaneje que se llevan con los presupuestos y cuentas que le avanzan a LaLiga, prometidos y calculados sobre un escenario de retorno a Les Corts en el que se multiplicaban por tres los ingresos y por dos el ahorro del alquiler del estadio Lluís Companys. Previsiones que Laporta sabía de sobras cuando las presenta que no se cumplirán en ningún caso. Un absurdo y teatral proceso que al socio no le importaba en realidad, pero que ha afeado la imagen de la junta de Laporta, ciertamente atrapada en su propio enredo de fechas y promesas.
Hace muchas semanas que los socios ya solo perciben ese futuro tan incierto por las filtraciones periodísticas que resuenan en los medios y en las redes, y por la incuestionable realidad de que a los abonados de toda la vida siguen sin llegarles propuestas sólidas y concretas para regresar al Spotify. Solo ha cambiado un contexto en el que, al mismo tiempo y contradictoriamente, ese silencio oficial sobre la fecha de vuelta lo rompen móviles y webs que no dejan de invitar al público en general, sobre todo a empresas, a adelantarse a comprar lujosos y carísimos asientos VIP en sus diferentes formatos.
También resulta de dudosa credibilidad y de más que complicado cumplimiento hacer compatible la colocación de la futura cubierta con la posibilidad de acabar en el estadio la temporada próxima y estrenarlo, completamente reformado, para la 2026-27 para iniciar la explotación del nuevo estadio al cien por cien, según lo firmado con Goldman Sachs. Lo que sí se sabe y está confirmado es que, para su instalación, se requieren varios meses de maniobras de ingeniería sin que la grada y el césped puedan ser utilizados, motivo por el que ya se ha descartado levantarla a lo largo este año, precisamente para no retrasar el regreso provisional previsto.
¿Para cuándo? La incertidumbre reaparece cuando, desde fuentes de la junta, anuncian otro retorcido giro del guion, haciendo circular que la última prioridad pasa por completar la parte constructiva de los asientos VIP (475) que forman parte de esa comercialización sobre la que se han de contabilizar 100 millones urgentemente antes del 30 de junio. La versión simple reduce la cuestión a que el auditor no dará luz verde al ingreso hasta que patrimonialmente no hayan sido incluidos en el inmovilizado material del balance.
Sin embargo, a la pregunta sobre si esa alta parcial, concreta y ciertamente minúscula del conjunto puede practicarse en medio de la vorágine de una obra tan colosal, y sometida en su conjunto a las reglas de un fondo de titulización que abarca el todo de la reforma, la respuesta también parece confusa.
Cuando menos, esta es solo la versión propicia y oportuna de las mismas fuentes de la junta que dieron por definitivo ese ingreso en enero, respaldado por la no menos desprestigiada comisión económica estratégica, y que acaban de ser vergonzosamente desmentidas por el auditor, Crowe Global, por diferentes motivos, según otras fuentes, no solo por la inexistencia material de los asientos. También se ha especulado con que la naturaleza de la operación podría obligar al prorrateo del ingreso por los años de contrato, 30, e incluso a la reducción del total a la mitad por tratarse de uno de esos beneficios bajo el radar del control de Goldman Sachs, árbitro único del rédito área del match day a partir del inicio de su explotación.
Sombras que, con los antecedentes de falta de credibilidad de esta junta laportista, especialmente en los pronósticos sobre la fecha de retorno y reapertura del estadio, proyectan más incógnitas que certezas en este largo y tortuoso caminar en zigzag y errabundo desde el principio de las obras. ¿No será otra excusa barata la emergencia de los sillones VIP para justificar nuevos retrasos?
Lo que sí parece otra jugada de locos es que el margen salarial que a Laporta le falta desde agosto pasado, cuando fichó a Dani Olmo, acabe provocando, además, un impacto en la reforma del estadio en forma de más retrasos y complicaciones. De locos.
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